Cuando venimos a este mundo y tomamos el primer suspiro de aire vital prana, en ese momento empezamos a tomar contacto con todos los microorganismos y virus existentes en el entorn. Pues hasta ese mismo instante, nos encontramos totalmente estériles dentro del saco uterino de nuestra madre. A partir del parto, por el conducto reglamentario natural -la vagina y vulva-, comenzamos a impregnarnos de las bacterias acidolácticas que nuestra madre contiene en su genitales. Sobre todo especies de Lactobacilos y algunos Bífidus.

 

El primer contacto con las bacterias

El nuevo ser humano a continuación como mamífero que es, procede a mamar a través del pezón. Por una última novedosa investigación se sabe que en los ganglios mamíferos de los pechos maternos existen los primeros días bacterias lácticas que van a colonizar el colon igual que las procedentes de la vagina.

Al principio y por pocos días el bebé necesitará de ese necesario e imprescindible líquido alimento –llamado leche calostro- de tipo laxante, para eliminar el meconio – residuos fecales en su colon de todo el tiempo prenatal-. Una vez terminado el periodo calostral -3 días aproximadamente-, comenzará la lactancia materna, una fase alimentaria imprescindible para la proliferación de estos diminutos microorganismos beneficiosos, que comienzan a colonizar ese medio yermo –intestino- que ellos necesitan para vivir y adaptarlo a sus funciones vitales, así como de fermentación láctica beneficiosa, implantándose la gran mayoría de ellos en el intestino íleon distal y en el grueso o colon del pequeño ser humano para su futura salud vital en simbiosis.

Desde las pequeñas líneas de éste artículo, deseo primero que las madres comprendan la importancia biológica de parir por el conducto natural anteriormente descrito, y se lo transmitan a sus hijas para que inicialmente vivan un amor profundo para engendrar un hijo, luego conlleven un embarazo sano y equilibrado en todos los aspectos, alimentario, ecológico-físico, mental, y emocional; y por último que no tengan miedo a parir, el parto es una función de reproducción natural, de gran importancia para el futuro en salud integral del ser humano.

 

La Microbiota Intestinal

La Microbiota Intestinal se desarrolla definitivamente entre los 3 y 4 años de niñez (dependiendo del destete, los cambios alimentarios y del entorno). Las últimas investigaciones nos dicen que todos tenemos una microbiota intestinal única, tan individual como una huella digital, y la conservamos de por vida. Su cantidad y calidad puede disminuir a causa del estrés y una alimentación desequilibrada e insana para el ser humano, así como por la ingestión de fármacos o drogas, alcohol y, sobre todo, de antibióticos y corticoides. Con el tiempo y con una alimentación rica en fibras solubles (fructooligosacaridos) y sustancias vitales, la microbiota se recupera, pero tomar una dosis probiótica activa complementaria en ayunas, puede acelerar el proceso, previniendo y consiguiendo evitar infecciones y diarreas.

A partir de ese momento es cuando comienza a desarrollarse el equilibrio simbiótico de dichos microorganismos, produciendo con su fermentación y metabolismo una serie de sustancias necesarias para equilibrar la acidez del medio o tubo intestinal, produciendo gran cantidad de láctato, una forma de ácido láctico imprescindible y beneficioso para la salud, ácido acético, ácidos grasos volátiles, y bacteriocinas –sustancias que modulan el crecimiento de bacterias o virus-, que inhibirán cualquier tipo de vida u otras formas de gérmenes o microorganismos perniciosos que necesitan un medio más alcalino para vivir o proliferar.

Debemos saber que el tubo digestivo -intestinos delgado y grueso -colon- necesitan para la vida y proliferación de las bacterias que sus terrenos sean ligeramente ácido para el perfecto equilibrio de las bacterias ácido lácticas –BAL- que necesitan un pH de 6,5 de media –en el intestino delgado-, y un pH de 5,5-4,5 – en colon ascendente- para su vida en armonía y conseguir la probiosis (ver libro “La Curación con Lactobacillus acidophilus” Editorial Dilema); además con un terreno ligeramente ácido se consigue una gran biodisponibilidad y asimilación de los nutrientes y sustancias vitales que necesita nuestro organismo, así como para las grandes fermentaciones del colon ascendente con sus bifidobacterias y lactobacilos.

 

El ecosistema interior

Debido a los cambios de acidez en los distintos tramos del tubo digestivo, se activan o inactivan diferentes enzimas que desintegran los alimentos. Sin embargo, una vez que los nutrientes pasan la mucosa o barrera intestinal y se adentran en el interior del organismo, el terreno pasa a ser ligeramente alcalino para el buen equilibrio y salud de la vida celular. De esta forma empiezan a colonizar el medio (intestino), millones de seres microscópicos entre los que encontramos bacterias, levaduras, hongos, protozoos, virus, etc.., creando un ecosistema que mientras tomamos leche materna se encontrara en perfecto equilibrio.

En ese tiempo en que el ser humano es un bebé con una dieta monoláctea, proliferan mucho más los lactobacillus y sobre todo las Bifidobacterias con gran producción de lactato, normalizando el lumen intestinal y creando un hábitat ideal para el equilibrio de todos los microorganismos que formarán la gran Microbiota Intestinal Autóctona y con ello, conseguir una mayor y mejor digestibilidad de su único y completo alimento, la leche materna.

En el organismo humano se calcula que habitan de forma constante y sin constituir un peligro inmediato en el huésped -ser humano-alrededor de más de cien billones de microorganismos. Componen la Microbiota en general, pertenecientes a unas 400 especies distintas. Todos hacen en sus diferentes terrenos la función de vida, nacer, crecer, desarrollarse realizando su actividad, multiplicarse y morir.

 

Bacterias presentes en el intestino

Se ha comprobado que aproximadamente el 90% de todos los microorganismos que cohabitan con nosotros, no son nocivos; al contrario, resultan ser muy beneficiosos. Las bacterias presentes en el intestino pueden dividirse en tres grandes grupos:

  1. Microbiota Principal: Bacterias beneficiosas de fermentación ácido láctica. Aproximadamente el 89% de la misma. (BAL=bacterias ácido-lácticas: Lactobacillus, Bifidobacterias, …).
  2. Microbiota Asociada: Bacterias beneficiosas y pre-patógenas potenciales con fermentación proteolítica. Aproximadamente un 10%. (Colibacilos, Enterobacterias, …).
  3. Microbiota Restante: Bacterias patógenas y nocivas producen fermentación putrefactiva. Suponen menos del 1% del total. (Proteus, Clostridios, …).
Microbiota Principal

La Microbiota Principal, consiste en bacterias y microorganismos aerobios y anaerobios, en su mayoría formada por Bifidobacterias, Lactobacilos y Levaduras. Se la conoce como microbiota intestinal protectora, debido a que reviste todo el tracto intestinal. Forma una protección sobre otras bacterias endógenas y exógenas más patógenas, que de manera continua pretenden establecerse en el mismo lugar, como son los Proteus, Clostridios, Estafilococos, Enterobacterias, etc. A esto se le ha llamado resistencia a la colonización.

Microbiota Asociada

La Microbiota Asociada, consiste principalmente en Colibacterias (entre ellas la más conocida la Escherichia coli), que estimulan de forma específica el sistema defensivo, sintetizando vitaminas. Es muy importante tener en cuenta la ecología de estos microorganismos y su equilibrio, para impedir el desarrollo de enfermedades del intestino y del organismo en general; sin el equilibrio que aporta la bacteria Escherichia coli no podríamos vivir.

Microbiota Restante

La Microbiota Restante, son microorganismos necesarios para una fermentación- putrefactiva que tiene lugar en el colon descendente, y que se encuentra en equilibrio con la Flora Fermentativa, con la importante función de controlar en ese lugar el nivel tan alto de alcalinidad. Las bacterias de putrefacción son las Proteus, Enterobacterias, Clostridium…
La Microbiota Intestinal está formada por las siguientes familias de microorganismos:

  • Lactobacillus: acidophillus, reuteri, rhamnosus, …
  • Bifidobacterium: bifidus, lactis, infantis, breve, …
  • Streptococcus: thermophilus, faecalis, …
  • Levaduras: Saromichae boulardii, …
  • Colibacillus: Escherichia coli, …
  • Bacteroides: fragilis, …
  • Salmonella: enteritidis, …
  • Enterobacterium: aerogenes, …
  • Proteus: mirabilis, …
  • Pseudomonas: aeruginosa, …
  • Clostridium: perfingens, …
  • Hongos: Candidas albicans, …
  • Otras bacterias, levaduras y hongos, …

Este impresionante mundo bacteriano, sobre todo el intestinal es indispensable para la vida de los lactantes y para la futura salud de los niños y adultos. Es una perfecta bio-ecología que actúa para y por el beneficio del ser humano (huésped) con un concepto vital, que cada día que pasa -(sobre todo en nuestra civilización)- más estamos perdiendo, un concepto de valor humano y animal como es la ayuda mutua entre todos o simbiosis.

Nuestro organismo hace lo posible mediante un medio o terreno (tubo digestivo) y una alimentación sana y ortoequilibrada la supervivencia de este mundo microbiótico, ellos a cambio nos ayudan proporcionándonos a través de fermentaciones, transmutaciones y de su propia auto lisis -exterminación-. Una serie de síntesis o elaboración de sustancias vitales como Ácido Láctico, Acético, Pirúvico, Carbónico, Enzimas, Ácidos Grasos Volátiles, Aminoácidos, que logran el equilibrio perfecto del medio. Hacen posible la digestión definitiva de los alimentos, extrayendo el máximo de nutrientes, y manteniendo la vitalidad de la mucosa intestinal para la posterior absorción de los mismos a la vida interna del organismo.

 

Funciones de higiene simbiótica

La Microbiota Intestinal de fermentación láctica consigue varias funciones importantes de higiene simbiótica:

a) Evita la indigestión de los vegetales crudos con un mejor y mayor aprovechamiento de la materia celulosa por hidrólisis fermentativa, pues los vegetales guardan su maravilloso tesoro nutricional (proteínas, enzimas, ácidos grasos, vitaminas y sales minerales), bajo una capa de celulosa indigerible por el sistema digestivo del ser humano. Gracias al equilibrio eubiótico de la Microbiota Intestinal podemos aprovechar en una gran parte.

b) Sintetiza numerosas sustancias vitales como vitaminas y pro vitaminas A, D, E, K, y todas las del grupo B, así como aminoácidos, ácidos grasos volátiles, enzimas…, además elabora ácidos vitales como el láctico dextrógiro L+, acético, pirúvico, carbónico., etc.

c) Favorece la absorción y mejor aprovechamiento de los elementos minerales como el calcio, magnesio, hierro, cobalto, cobre, manganeso, germanio,… También tiene la condición de que si en cualquier instante de nuestra vida faltase un elemento mineral esencial para la vida como el calcio, entonces nuestras amigas las bacterias intestinales llegan a transmutar unos elementos en otros. Por ejemplo el sílice, que se transformará en calcio con la llave (ayuda) de los microorganismos. De esta forma equilibrará una deficiencia importantísima para nuestro organismo. Esto ocurrirá siempre que también exista el otro elemento transmutado (ver libro “Las Transmutaciones Biológicas” autor Louis Kevran).

d) Gracias a la digestibilidad de las fibras, aumenta considerablemente el volumen del contenido intestinal mejorando la peristalsis (movilidad intestinal), facilitando el vaciado del contenido residual (heces), evitando absorciones de elementos y sustancias toxicas que se convertirán en unos desmesurados “ladrones” de nuestras reservas fisiológicas.

e) A través de su acción acido-láctica, sobre todo acidófila (producida por la bacteria Lactobacillus acidophilus), contrarresta activamente el desarrollo de la fermentación putrefactiva intestinal, muy toxica, evitando con ello las posibles infecciones así como la propia autointoxicación.

 

Fase de destete materno

Después del periodo de adaptación intestinal mamífero de nuestra alimentación primaria, entramos en otra fase de transformación llamada destete materno. Aquí se trata de acomodar un sistema digestivo lácteo-fermentativo a un sistema digestivo donde el pequeño ser humano empieza a ingerir poco a poco otras sustancias desconocidas para él (vegetales, frutos, frutas, cereales, legumbres, tubérculos, pescados, carnes, huevos, otra leche distinta a la materna, así como lácteos y yogures, etc..). Estas van a modificar, en primer lugar, la gran Microbiota Intestinal. Acostumbrada a una alimentación mono dietética-láctea, tiene que adaptarse a nuevas fermentaciones de nuevos azúcares, proteínas y grasas, así como sobre todo de las fibras o celulosas en su “segundo estómago” (colon), que mejoraran el medio para conseguir un perfecto equilibrio biológico, ecológico y simbionte de los microorganismos en su terreno intestinal.

El hasta ahora pequeño ser humano mamífero va creciendo, pero siempre a diferencia de sus hermanos (de clasificación digestiva), los animales mamíferos libres de la mano humana (estos saben cuándo destetarse y que comer), con una dependencia absoluta de que los padres les facilite su alimento, a través de las costumbres tribales, zonales y climáticas transmitidas de padres a hijos durante miles y miles de años (ante los ojos de la madre naturaleza cuan indefenso se encuentra un bebe humano).

 

Los beneficios de las frutas y verduras

Un equipo de compañeros estamos investigando, por qué la gran mayoría de niños de hoy en día con edades entre 5 y 10 años no toman frutas y verduras, que además la rechazan, lo mismo que otros alimentos. Es increíble ver como todos los bebés necesitan imperiosamente destetarse con potitos de frutas y verduras, primer alimento para contactar con nuestra Microbiota Autóctona ácido láctica. Las frutas y verduras son quizás, los alimentos más llamativos por su diversidad de colores y formas. Pero además de lo que muestran a simple vista, forman parte de los alimentos con mayor cantidad de nutrientes y sustancias naturales altamente beneficiosas para la salud. 

Si nos detenemos a pensar, veremos que las frutas y todos los vegetales, sobreviven a la intemperie, enfrentando todo tipo de condiciones y agresiones meteorológicas. Todo ello es posible gracias a las sustancias protectoras y antioxidantes naturales que poseen. En definitiva esas mismas sustancias son las que nos protegen cuando consumimos dichos alimentos vivos y frescos. Es decir que nos beneficiamos absolutamente con todas esas vitaminas y nutrientes que las frutas y verduras poseen, con ellas llenamos de vida todo nuestro organismo.

Pero algo está ocurriendo cuando vemos que el pequeño bebé-niño, cambia sus gustos y la propia madre sigue consejos que para mí como profesional de la salud integral son equívocos, dirigidos más bien a una desmesurada ambición consumista de alimentos comestibles impropios para la salud y el desarrollo de pequeño ser humano como son todos los lácteos, harinas desnaturalizadas, azúcares refinados, grasas refinadas, exceso de sal común, golosinas azucaradas, etc., verdaderos ladrones de su salud. En mi opinión debemos enseñar más salud integral, pero ya lo dijo el Dr. Letamendi allá por la década de los años 20 del siglo pasado, “los médicos y científicos vamos a acabar con las infecciones, pero no vamos a atajar el peor mal del ser humano -la prisa-, que lo llevará a ser un enfermo crónico,”.

 

El equilibrio de la Microbiota

Los alimentos vivos y beneficiosos que ingerimos deben proporcionar energía vital al organismo y su microcosmos; su transformación en el tubo digestivo aportarán nutrientes y sustancias vitales necesarias  para formar células y tejidos que permitirán el crecimiento y desarrollo orgánico, contribuyendo a que los órganos cumplan con sus funciones, según la etapa de vida donde se encuentre cada individuo.

El equilibrio de la Microbiota Intestinal se verá alterado (disbiosis) principalmente por una alimentación inadecuada, incompatible y poco sana; saturada de alimentos desnaturalizados como los azucares refinados, harina blanca, sal refinada, cereales transgénicos, descascarillados y desgermenizados, alimentos conservados repletos de aditivos, gran cantidad de grasa saturada, e insaturada refinada superflua y oculta o disimulada.

El exceso de sal refinada, exagerada cantidad de proteínas, sobre todo animal (carnes, pescados, huevos, quesos, leche…), así como del uso desmesurado de estimulantes como el café, té, chocolate, tabaco, alcohol, drogas, medicamentos (antibióticos, corticoides,…) y también del importante exceso de estrés, se convierte en una autentica amenaza para el equilibrio de toda la Microbiota Intestinal.

En general y principalmente para una familia de la especie de los Lactobacilos -Lactobacillus acidophilus-, ese pequeño gran microorganismo ácido láctico beneficioso, que parece ser el cerebro o director de orquesta de un impresionante mundo microbiano intestinal que todos poseemos, que puede ser destruido fácilmente por el exceso de toda esa cadena de “alimentos desnaturalizados y de tipo basura anteriormente descrito, así como de sustancias altamente sospechosas y tóxicas, descompensando su equilibrio simbiótico perfecto con bacterias prepatogenas benignas como la Escherichia Coli y por tanto rompiéndose el delicado e imprescindible equilibrio intestinal existente entre ambosbacilos, apareciendo la disbiosis –desequilibrio microbiótico intestinal-.

La alimentación de la Microbiota

Verdaderamente no comemos para nosotros sino, para alimentar nuestra Microbiota Intestinal, un ecosistema en constante dinámica y conflicto, con un equilibrio que obedece a las condiciones fisiológicas del individuo o huésped, su edad, estado emocional, relación con el entorno, exceso de estrés y predisposición heredada (conducto reglamentario en parto), al igual que a condiciones ambientales y factores externos (alimentación o terapias con antibióticos y medicamentos).

La estabilidad de nuestras defensas (más del 80% de nuestro sistema inmunológico se encuentra en los intestinos) depende de mantener el equilibrio del microcosmos que nos habita, pese a la competencia entre sus diferentes grupos y familias. Es aquí donde se acentúa la importancia de los lactobacillus y bifidobacterias (bacterias ácido lácticas beneficiosas) como contrapeso para algunos microorganismos que pueden volverse patógenos si su población aumenta en forma desmedida y controlar a los patógenos potenciales. En otras palabras, aunque no se observe a simple vista, el ecosistema microbiótico digestivo juega un cometido esencial para la salud y bienestar del individuo.

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